XXI
XXI
Su blanquísima sonrisa libera
Cuatrocientos millones de palabras
No ha aprendido a mentir
Ni con labios que invitan a pagar
La deuda de la tentación
Ni la vengaza
Sus ojos
Empañados de tristeza
Persiguen su juventud, tiempo de lluvias
De promesas frustadas
Y cuando solloza me empapa de llagas la entraña
De ese rincón donde no llega ningún mensaje
Con las cejas ha bordado de amores
al hombre que la ha querido
por encima de los años
Su pelo suelto desata largo el final del catesismo
Un azabache de luz y predicción
En las aulas en que ha sido adoctrinada,
Por las monjas
Por la insistente presencia
O la ausencia de su madre
Y la concistencia de la vida
Que la enseñó adorar al Cristo
A las misas que la claman
Busca desde siempre la verdad
En las espinas de las rosas
Que desangran
Una tonelada de su vida
En bloquear sus sueños, sus fantasias
En tantas noches de luz tronchada
Jura que ha vivido
Y siento
El sudor de sus ojos en mi espalda
Ha sido toda amante, señora, esposa,
Madre e hija,
Amiga
Siempre vida
Día tras día
Esponja del alba,
Noche en el encuentro y en la distancia
En el suave rojo de sus labios,
En la llama viva de sus piernas
He quemado más de la mitad de la vida
Ahora se asoma a mis versos
Otra vez
Sus pechos se abren en la noche
Sus mejillas estremecen las tardes
En quinientos millones de suspiros
Entre piernas enlazadas por el río
De este amor que inunda y ahoga,
Muere y renace
Entre risas y desmanes.
Rafael Román Martel 9 22 2015 UC