XXVII
XXVII
Ella facilitó mi entrada al concierto de la luna
Entregó su cuerpo
En el despertar del día
Después de cerciorarse que me amaba
Quiso cubrirlo de sábanas
Pero su luz le atravesaba la piel y los vestidos
Entregó los labios
Entregó la vida para siempre en un “te quiero”
Su sonrisa me bañó
El aliento de jazmines y de palmas
Era tierra, era mar, era Cárdenas
Fueron sus besos platino vivo, futuro y amenaza
Al fragor de mis brazos sin heridas
Juntos cantamos
Yo en sus ojos
Ella en mi alma
Refugió su verdad
En mis puños que la defendían
Y la abrigaban
Liberó sus ansias de una vez
Por el filo de aquella juventud que me ladraba
Amor, racimo de locuras,
Recinto en llamas
Amante, regalo de la media tarde alunada
Amor mudo en el rugido
Lejos del mundo arropado en la sal de la mentira
Sus dientes temblorosos se quemaron
El en fuego de la espera
Su noche-niña
Es una canción enamorada
Su voz cruzaba los cables
Y el despertar de las fatigas
Su pelo azabache derretido
Me regaba de sudor la espalda y los sentidos
Fuimos entonces oración en llamas
Concierto de lunas y de astros
Al ritmo de Santa Esmeralda
Los años nos cayeron como gotas
Arañándonos la sien, quemando la palabra
Curándonos las uñas de las llagas
Tatuaron mi piel y mis entrañas
Sus labios Libertad desconocida
Poblaron mis días de un carmín halado
Y cartas olvidadas por el tiempo
Ella cayó de la luz misma
Era luz, era mar
Era aire de todo otoño atormentado
Quiso cubrir su cuerpo en las sábanas
El amor le travesó
La piel y los vestidos
Sellándola de besos y de llanto
Pagándole mi amor como Karma.
Rafael Román Martel 10 2 2015 UC
¡Qué bien!…el concierto de la Luna.