As de espadas
“As de Espadas”
Por Rafael Román Martel
Los rastros del comunismo yacen en los basureros de la historia. Quedarán retazos para la utilidad de la “Nueva Orden” que sabrá vender sus armas a los que, incapaces del progresismo, se refugian en las violencia como antídoto a la frustración. La esperanza de los pueblos oprimidos se materializa hoy en la generaciones que están dispuestas a desafiar al militarismo anacrónico; trastienda de la verborrea comunista.
Millares de seres humanos en la “Unión” Soviética atestiguaron por setenta y cuatro años de opresión, y cayeron las estatuas de Lenin y proclamaron la independencia ante los ojos de los incrédulos que aún nadan en el delirio del ecepticismo ante tan palpable realidad.
Aunque maestros de la representación hasta en sus más vernaculares siervos-Castro por ejemplo- los bolcheviques carecen hoy de un Mayakovsky quien difícilmente podría estructurar semejante “obra”.
La ola democrática se hace incontenible. El nacionalismo, la autonomía harán reestructurar el mapa de Europa.
En nuestra isla la aberración dictatorial ha llegado a límites inconcebibles: el cubano es un ciudadano de segunda clase, al turista se le reservan los privilegios que, naturalmente, nos pertenecen. La opresión toma un aspecto intolerable, en esencia: el terror. Un excomandante de Castro le lanza un reto ante el mundo, el “disidente” Rafael del Pino lo desafía a acusar a los enemigos del Partido Comunista,(desde el 29 de agosto prohíbido en la “Unión” Soviética) a los que exigen la desaparición de sus líderes y destruyen sus estatuas, o sea al proletariado y a la dirección política del país. Si no lo hace demostrará que no es un verdadero marxista-lenilista,por el contrario un farsante, un conformista al estilo Bertolucci.
En la televisión norteaméricana el Secretario de Estado Jim Baker no pudo controlar un par de carcajadas cuando en una rueda de prensa se le preguntó: “¿Y ahora qué pasará con Castro?” La respuesta de Baker contagió a los periodistas y estoy seguro que a millones de televidentes. En las primeras planas de los diarios mundiales se lee “Castro no tiene salida”. Gorbachev le pronóstica que de los soviéticos no espere nada; evidentemente el silencio de Castro frente al golpe de estado lo hace culpable ante los ojos del mundo, a nosotros los cubanos no nos sorprende; su característica más destacada es la traición. Su figura se acerca más a los escombros en los basureros de Moscú que al ridículo que, encerrado en sus delirios, ha destruído su imagen, su fachada. Y mientras en la embajada cubana de Moscú saltaron los corchos de las botellas de champagne la noche del fallecido Coup , el destino, que en este caso es más político que providencial, le jugó una carta al régimen castrista que promete-en la última mesa-no perdonar ni al mantel.
Publicado en Septiembre de 1991 en:
Miami Herald
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