Barlow Avenue: el desplazamiento universal donde usted cumple su Tiempo

Por Rafael Román Martel

De la entidad más depurada del dolor, del desplazamiento humano, de la soledad, de la identidad y su tenaz obstinación por plasmar su huella, del instinto de lucha del ser humano por la recuperación y la reafirmación de la palabra, que en este caso es tierra y madre, nace “Barlow Avenue”.
“La palabra es imagen-nos dice Israel Rodríguez-imagen del trance gnóstico entre Dios y el hombre es poesía”, de ahí su fuerza, su impacto como un catálogo de verdades que impuesto por la sociedad hiere gravemente lo sensible y no sólo nos transporta a la luz, sino que nos hace entender que frente a nosotros está la forma más penetrante de la belleza, porque no apela a los sentidos comunes sino a los supra sentidos del alma.

Quede esto como una breve interpretación, ya muchos escritores han penetrado la definición del mundo poético. Rocemos, entonces, los filos de este libro que expone el encuentro del ser humano con su penuria, con su desesperación, y connota, dentro de ésta, a su grandeza que radica precisamente en sobrevivir con dignidad la tormenta o como lo expresó Carpentier: “Hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas.”

“Barlow Avenue” es un poemario que forza el constante debate de las imposiciones sociales, políticas, humanas, porque gira en torno a una respuesta que trata de rescatar la identidad humana, no importa de donde hemos tenido que “dejar la casa”, las razones son sólo el motor que impulsará al ser humano a una serie de reacciones en cadenas-o mejor dicho-encadenadas, porque ha sido arrancado de su lugar de origen que se ha transformado en su punto de partida, naturalmente, su punto de estancia y desarrollo. No ha respondido a un llamado de ambición ni de aventura, ha tenido que “dejar la casa” por alguna decisión ulterior. Superada la primera realidad comenzamos a trasnochar las despedidas porque indeleble en nosotros quedó el impacto del adiós vital. Y vamos dando tumbos, en realidad somos más fuertes, tenemos el privilegio de “mirar al fin”, de “apretar el corazón para asegurarnos que hemos sobrevivido” o de “sacarle tambores al silencio”.

Por su empirismo, “Barlow Avenue” no propone, tampoco dicta aforismos poéticos, sino que intenta celosamente ahondar en la agonía para ir esculpiendo el verbo hacia su forma más desnuda. Asi pretende ser un libro de nuestro tiempo, consciente de la necesidad del pragmatismo expresionista que nos demanda la época, sin despreciar la poesía. Se cuida de los adjetivos que a menudo disfrazan la veracidad en la herida del verso. Tampoco huye de la lírica porque en sus páginas hay espejos que no permiten una disyuntiva demasiado ambiciosa que desbalance tanta realidad.

Con la disputa de los estilos ganada por el objetivo, “Barlow Avenue” se adentra en la exploración de su mensaje. Es cierto que el poeta revela mucho, pero es sólo instrumento de una realidad superior que conquista la subjetividad literaria. Se pueden discutir las influencias, la voz propia es, de alguna forma, la diversidad de la lectura que ha afectado al poeta. Algunos ven una serie de imágenes e impotentes de alcanzar o ser alcanzados por el poema, rondean, sin atreverse a saltar, la cerca que defiende y embellece la angustia del escritor. Se refieren a imagistas y la presencia de estos en el libro. Es posible que las lecturas de Elliot o Pound hayan encontrado su matiz en los ojos de algún admirador a través de estos versos, pero “Barlow avenue” está lejos de la imagen por la imagen o del “Creacionismo” de Vicente Huidobro que, como la antipoesía, el surrealismo, el abusado modernismo y otros “ismos” tan fuertemente han afectado a muchos poetas contemporáneos. Y es que creo firmemente en la exposición de la palabra con sus implicaciones por encima de la preocupación de los estilos. Es virtud de la poesía hacer conciencia a través de la metáfora viva, de la palabra acendrada.

En nuestro tiempo, cuando nos revisten el engaño de la forma más sutil, persuasiva y multicolor, se subraya la necesidad de volver a la esencia derrumbando los mitos materialistas, tratando de que la palabra sobreviva y triunfe sobre lo que nos oculta la amenazante maquinaria social para no darnos el tiempo necesario a reflexionar sobre nuestras necesidades espirituales, en rigor, a pensar. Sí, el estilo objetivo se cumple en “Barlow Avenue” por la explosión emotiva provocada por razones ajenas a la poesía pero filtrada por ésta. Lo que podríamos denominar la intuición del extásis verbal o como sugerió Wallace Stevens: el triunfo de la poesía sobre la inteligencia.

En un fin de siglo donde se polariza la violencia y se proyecta hacia las masas en pequeñas y enormes pantallas, en significantes e insólitas realidades. En un fin de siglo conceptualmente dominado por las máquinas, pragmaticamente subyugado por el avance tecnológico, el cual es innegable que ha logrado adelantos, el cual es innegable que ha cumplido una labor deshumanizante por su condición fría, por estimular la ambición del hombre hasta la aberración competitiva sin antecedentes (dentro de lo que entendemos por “hombre civilizado”), hasta el punto de la substitución del ser humano por las máquinas de una manera feroz. En un fin de siglo plagado por mas de veinte guerras, por hambruna, por dictaduras como la que sufre hoy mi tierra, cuyos efectos se reflejan en muchos de los versos de este libro. En un fin de siglo que también busca a Dios porque el hombre se ve amenazado por los dioses tecnológicos, es necesario leer poesía, es necesario adentrarse en el espíritu para no continuar hacia un abismo seguro.

“Barlow Avenue” reacciona a muchas de estas imposiciones, pero está lejos de la elegía o de la alquimia porque aunque le cante a la angustia no es un canto apagado por su desesperación sino alzado por su desesperación, dejando un lugar a la esperanza que representa el regreso con sus realidades, con sus pérdidas. No trata de afianzarse a la piedra filosofal ni adueñarse de doctrinas ni posturas de movimientos literarios que, ficticiamente, traten de elevar su poder comunicativo. Ahonda en el instinto elemental. Inhiere a la niñez con sus repercusiones. No trata de una falta de identidad sino del testimonio vivo de un desplazamiento físico, no espiritual. “Barlow Avenue” no propone, expone una multiplicidad de realidades sin necesidad de estirarlas ni encogerlas porque, efectivamente, su movimiento se hace libre en la palabra.

Debo acentuar que si existe alguna culpabilidad de sugestión en el libro es la firme convicción de la dignidad, no hablo de una dignidad “moralista” que después de cometer mil pecados tira la primera piedra, Apunto que el rescate verbal de un sentimiento, estoy seguro, colectivo, acarrea la responsabilidad de lo genuino. Puede este libro ser calificado de bueno, malo, infantil, repetitivo, inofensivo, malísimo, pero se caerá en el error más lamentable si no se percibe su autenticidad, su activa confirmación, su fuerza expresiva afincada en la transmutación poética. “No se puede separar al poeta del hombre” dice Vicente Alexaindre y establece que lo que no agoniza al hombre será incapaz de rozar la sensibilidad del poeta. He aquí la clave que separa a la poesía y al desatino de los seudo-escritores, a la veracidad de la palabra y al panfleto como orden del carecimiento de talento, de humanidad literaria. Establecemos, entonces, que no se requiere de lo prosaíco ni lo grotesco para manifestar un sentimiento, no una postura.(Dejando espacio para la libre expresión de una realidad azotante). ¿Acaso se verifica ser existencialistas comiendo y bebiendo en los cafes de Paris? ¿Acaso se puede afirmar una realidad cruda y estremecedora sobre las firmas de una litografía que ha perdido su carácter original, o de un verso que reclama a gritos de lo que no se carece, en rigor, de lo que sobra? Auténticos fueron los primeros bofetones que repartió Benjamin Peret por las tertulias francesas, o los versos de Eluard cuando se sintió “Pobre”. Legítimo fue Camus cuando vivió pasajes de “El Extraño”, Martí en sus versos sencillos o Cernuda en su “Visita de Dios”. Cuando la muerte halló su tiempo en los dos últimos y la recompensa en fama el azar le otorgó a los primeros, éstos le sacaron partida a la epopeya, ya alejados de la realidad fundamental que los elevó a la inmortalidad literaria. No intento ser controversial ni cuestiono su genio, no su irrevocable influencia en subsecuentes generaciones, sino la permanencia en el trance de lo empírico a la expresión y su explotación, tal vez inconsciente, de tanto que les otorgó la experiencia, después transformada en fantasía.

Es regla de los poemas aqui presentados la uniformidad de su angustia por encima de cualquier forma de belleza literaria. Estoy lejos de proponer una nueva forma de estilar la literatura, mucho menos una nueva forma de expresión, sólo trato de despojar dudas en la cuestión, que en estos momentos, afecta la manera exponencial de mi poética.

Reitero que la poesía está en la experiencia y en el sentido, no en la explotación de los recuerdos. Recordemos a Lorca: “La poesía anda por las calles”. Asi debe avanzar el poeta en su mundo de verbos, de símbolos, de contactos vivos. De la llama viva nace el incendio interior de la palabra, no del todo creación para alagar los sentidos, sino vivencia que hace incontenible las venas de la poesía,

En “Barlow Avenue” se puede percibir una preocupación básica por la forma de decir y se puede cuestionar, erroneamente, la objetividad del poemario por esta razón, pero la expurgación de la vivencia desnuda de eufemismos, al mismo tiempo cuidadosa en la forma, prevalece sobre las figuras estéticas, consecuentemente, como lo explica el título de este trabajo, el lector creará su propio poema alli donde la magia de la poesía cohabite con su verismo, implicando que para los que subsistimos fuera de nuestra tierra, el nombre de una calle pierde significado especial.

10 27 1991
UC & NB

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