Bush “duro” con Cuba
Bush “duro” con Cuba
Por Rafael Román Martel
Se alzan las voces de un segmento político de la comunidad cubano-américana, hija de la política, en seria amenaza con no apoyar a George W. Bush porque el presidente no ha sido duro con Castro. Las elecciones del 2000, alrededor de las cuales el mundo gravitó por varias semanas fueron decididas en la Florida, pero los intereses de este país no gravitan alrededor de Cuba y la historia de que el candidato Bush Jr. sería “más duro” con Castro es un disco rayado. En la palabra “intereses” radica el secreto de las promesas políticas, la mayoría de las amistades, los países, las elecciones y hasta las mejores familias.
Muchas veces estas promesas están basadas en una combinación de buenas intenciones, sentimiento de identificación momentáneo-dependiendo a quien se le está prometiendo-y desde luego, los intereses “at hand.” Reagan prometió ser duro con Castro y terminó por entablar conversaciones con el régimen. Ronald Reagan, un hombre que además de extraodinario, logró escenificar el mejor papel de su vida en vivo y en directo por ocho años al mismo tiempo que aceleró el espacio de la política instrumentada para una caída cotrolada del comunismo, se había comprometido con el exilio cubano para sacar a Castro del poder y democratizar a la isla. Esto fue imposible porque los intereses de un presidente norteamericano radican en su nación. Y la nación y los intereses de la nación estaban por encima de la isla caribeña, que en aquellos años ilusionaba a los comunistas con jugar un papel importante en el mundo. Bush Sr. declaró que él sería el primer presidente norteamericano en pisar una isla democrática. Por razones más importantes que Cuba, Los Estados Unidos se enfrascaron en la Guerra del Golfo. Fidel siguió haciendo de las suyas y llegó Clinton. El hombre de Little Rock se paró en un restaurante de Miami en plena campaña y prometió “apretarle el pedal a Castro.” Los cubanos aplaudieron. Gritaron. Clinton pasó ocho años en el poder y Castro realizó otra lista de actos criminales, antre estos el inolvidable derrocamiento de las avionetas de Hermanos al Rescate y el Hundimiento del Remorcador 13 de Marzo. Clinton y su mujer, enfrascados en escándalos financieros, políticos, sexuales, etc, no tenían tiempo para “apretarle el pedal” a Castro. Muchos cubanos defendiendo también sus intereses votaron por Clinto para un segundo término.
Decir que a W. Bush le cayó un 20 de Mayo en su presidencia es minimizar el asunto. Primero la controversia con el robótico e inepto Al Gore. Después el diluvio. El 911, los talibanes, Osama y actualmente la lucha en Iraq. Cierto es que el asunto cubano acarrea cierta cantidad de votos, pero no es una prioridad en la agenda del país más poderoso del mundo, cuyos líderes en 1970 ya ejecutaban la política tridimensional con el fin de destruir el bloque comunista y cuyo destino es mantener una estabilidad con prioridad en intereses nacionales a largo plazo. Cuba no está en estos planes. Cuba no ha perdido su importancia turística, pero su relevancia geopolítica-tan exaltada por Martí-lo que pudo haber sido su contribución en el plano mundial ha quedado reducida a las aventuras de Fidel Castro en los años de la ilusión lírica del comunismo y en los documentales y películas de la Crísis de Octubre, y aún en aquel entonces ni los soviéticos tomaron a Cuba en serio.
Cuba siempre fue el noble savage del experimento socialista.
Hoy es el espejo de la sociedad ideal en América latina, esa en la que sólo los ignorantes y los tontos útiles sueñan en el espejismo del marxismo porque son incapaces de inventar una nueva ideología como le correspondería a un nuevo siglo en lo que es el más joven de los continentes.
Es tiempo de que ese virus de tomarse a pecho las promesas de los candidatos políticos haya encontrado su antibiótico entre los cubanos. No creo que Bush haya tenido ninguna intención de involucrar a su país en una situación internacional para satisfacer el justo anhelo de los cubanos de librarse de la tiranía. Porque simplemente los intereses de los Estados Unidos no están en juego ni Cuba ofrece las condiciones ni los recursos para poner en práctica una política más seria que daría fin al sufrimiento de una gran parte del pueblo cubano.
Mientras Fidel mobilize a millones de cubanos hambrientos, esclavizados y con el único poder de voluntad de vitorear su nombre junto a Socialismo o Muerte por la calles de la Habana, mientras los cubanos de este exilio continúen gastando cientos de millones de dólares en sus familiares y en sus negocios de lleva y trae a Cuba-olvidando ayudar o ni siquiera involucrarse con los que ahora sufren condenas de hasta 30 años de cárcel por escribir un artículo-, mientras nuestros líderes políticos y los comentaristas de radio de Miami continúen viviendo la dulce vida mientras no dejan de luchar por Cuba ni en una sola sílaba, mientras continúen habiendo quinientas organizaciones con quince mil ideas, los presidentes norteamericanos nos apoyarán de la misma manera que nos han estado apoyando por 44 años de dictadura y crímen en la isla.
Rafael Román Martel escritor cubano que radica en New Jersey, es editor del The Political Reporter