La descolorida imagen de la ONU

Rafael Román Martel

Hace dos semanas las Naciones Unidas votó porque el gobierno comunista de Cuba se mantuviera en la Comisión de Derechos Humanos de este cuerpo mundial. La reacción ha sido de asombro. Pero no debe de asombrar a nadie. La ONU es un cuerpo que ha perdido mucha legitimidad y respeto en el mundo. Esto sucedió unos días después que Fidel Castro y sus compañeros ejecutaran a tres jóvenes que intentaron escapar del paraíso socialista, secuestrando un barco, en el cual no le hicieron daño a nadie y cuya intención era llegar a las costas de los Estados Unidos. Una semana antes se celebraban en Cuba los juicios a los periodistas independientes y disidentes. La mayoría de estos periodistas independientes, algunos de los cuales han escrito en Political Reporter y con los que he tenido el honor de hablar por teléfono en varias ocasiones por medio de la agencia CubaNet, para la cual muchos trabajaban, jamás han alzado una letra de violencia ni nada que justifique las condenas de hasta 28 años que recibieron de la oficialidad estalinista cubana. El delito de estos cubanos radica en que ofrecían una versión no oficial de la situación cubana. O sea, escribían la verdad. En medio de esta ola represiva, de este consistente comportamiento anti humano, ensalzado por un festín de informantes desfilando por la televisión cubana, se encuentra la dictadura cuando la ONU respalda su asiento en la Comisión de Derechos Humanos, desde donde Cuba no se ha cansado de lanzar acusaciones a los Estados Unidos, precisamente por violar los derechos humanos.

La ONU es un más que un circo diplomático, mucho más que un mal sentido del humor. Es una institución donde se juega con la vida humana con la misma facilidad con que la congregación de espías y oportunistas que la pueblan beben champagne en las interminables borracheras diplomáticas.

Una semana antes de esta votación, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, después de estudiar éste y otros casos por un período de seis semanas, declaró que no hay necesidad de supervisar la situación de genocidio en Sudán. El gobierno islámico de este país ha matado a más de dos millones de sus habitantes que no son árabes. Como política oficial este gobierno practica la amputación de manos y pies como castigo. Viola a mujeres y niños y los somete a la esclavitud. Ha desplazado a 4.5 millones de habitantes de sus hogares a la fuerza, manteniéndolos en campos de concentración llamados “Aldeas de Paz.” El gobierno de Sudán también bombardea iglesias y hospitales de manera regular.

La ONU votó a favor del ejercicio de la fuerza por parte de los terroristas palestinos, legitimizando cualquier uso de ésta en la lucha contra los israelitas. También se declaró a favor de acusaciones de Cuba contra los Estados Unidos por “flagrante violación a los derechos humanos”, mientras mantiene el silencio ante la horrible situación en Corea del Norte. Este cuerpo diplómatico no ha votado ni una sola resolución en los últimos treinta años en contra a la violación de los derechos humanos en China, Siria o Arabia Saudita.

La ONU recibió seis mil millones de dólares de parte de la dictadura de Saddam Hussein para el programa “Petróleo por Comida.” De esta cantidad se quedó con dos mil millones para “gastos administrativos.” La misma organización no hizo nada cuando el holocausto de Ruanda, que dejó a un millón de seres humanos horriblemente asesinados. En el conflicto de Bosnia-Herzegovina las tropas de la ONU eran parte esencial del tráfico de gasolina y todo tipo de artículos de necesidad que eran vendidos en el mercado negro. Una verdadera vergüenza. Fueron los bombardeos norteamericanos los que mermaron las increíbles violaciones a los derechos humanos practicadas por los bandos opuestos en Yugoslavia.

La lista es larga. Esto es sólo una ojeada rápida de las decisiones que no ha tomado esta organización y que han costado millones de vidas. No nos debe sorprender que Cuba sea uno de los miembros de su Comité de Derechos Humanos.

Lo que aparece como un dato curioso es que Estados Unidos paga aproximadamente un 25% de los gastos anuales de Las Naciones Unidas.

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