La ventana de mi casa
La ventana de mi casa
tiene nueve años de ausencia
luz y media en soledad de las nevadas,
la mitad de un cartel
y gestos que sobreviven la noche.
A veces le imponemos
una seña al practicar
la palabra
y huyendo de su cara vital
nos insiste la caida del sol
u otro matiz,
disfrazando nuestras cuentas internas
Jamás se confunde
con los balaustres que defendían
el cielo de mis ojos,
en mi niñez
que pertenece a otro mundo.
Jamás podrá copiar
ni conocer la voz ni el tono matinal
de mi pueblo.
Jamás será apoyo, despedida
ni testigo
cuando alguien destierra a las familias.
La ventana de mi casa
otea el ligero desacuerdo
de las máquinas,
no sabe de perros
ni sinsontes capturados al amanecer.
Tiende a alejarse de la multitud de sueños
que conserva el horizonte
de otras ventanas
Guarda los gritos,
la interpolación anímica
en que nos ponemos de acuerdo
yo
y las estrellas que le faltan.
Y se repite tan a menudo,
hasta cuando sostiene una taza de café
en sus hombros,
o los ojos de mi padre
intentando consolar su espejo inerte.
(de Barlow Avenue, 1991)