Pablo Le Riverend

Homenaje a Pablo Le Riverend

Por Rafael Román Martel

Ha muerto el poeta: hablemos del poeta en presente porque siempre estará con nosotros. Para hablar de Pablo es preciso elevar la palabra para hacerle justicia al hombre y al poeta. No se equivoca cuando dice que “alguien le tira de los ojos” o cuando nos dice que “desde Newark camina por la Habana”, no sólo es el otro, ése hombre que grita “y el dolor se le cae a pedazos”, el que tira de los ojos, le tira la necesidad ineludible que azota a los hombres de buena voluntad, la necesidad de decirnos lo que los demás callan y es ahí donde el poeta se funde con Pablo en una aleación indestructible que lo destaca en la acción y la palabra.

Su poesía no busca las formas de la tormenta, estalla en el dolor, en la lucha del ser humano y el destierro, en el grito colectivo que habla por los que han enmudecido y esa función lo hace parte de la palabra viva. Jamás pudo, consecuentemente, escribir para grupos elitistas ni modismos que intentan proyectarse como “necesidades”, porque ya era más que suficiente nacer con la sensibilidad que hace al poeta para regalar los asuntos del alma. Por eso no había cabida para la hipocresía en Pablo. Los que lo conocimos sabemos de su explosiva sinceridad, de sus convicciones patrióticas, de su humanidad plasmada en el verso, en su manera elocuente y precisa.

Profundizaba en los ángulos de la angustia, en el perfíl de los que callan con dagas en los ojos. Sabe de las noches largas que desangran el verso. Ha viajado por la entrañas del hombre y puede desmantelar la cortina burócrata de los cumplidos con sus máscaras de odio, intriga y burla. Es el poeta. Se ha refugiado en los brazos de la soledad, ha “edificado una casa por sus manos”, posee la “mano triste” que derrama la tinta por la hendidura de la herida.

Pablo conocía el origen del afecto y la reverencia de la envidia.

Estoy seguro que hoy es feliz, siente que su verbo es como la sangre del Cristo: emana de la Verdad. Estoy seguro que hoy es feliz porque cerca de su Dios la palabra regresa al origen.

Sus versos van delante de mis palabras cuando dice: “Escribir un poema desangra; ni vocación ni gloria pudieran explicarlo.”

Homenajear a Pablo es fácil, su obra, su actitud ante la vida y la literatura lo hacen el blanco de los que admiramos la consistencia humana. Hoy, como una contraseña que la anti-palabra rechaza, como una reafirmación de la poesía, llegue a él este saludo final de los que jamás lo olvidaremos.

3 22 1991

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One Response to “Pablo Le Riverend”

  1. Tuve el honor de conocer y ser amiga de Pablo Le Riverend. Hace unos minutos descubrí este artículo. Es magistral. Describe al Pablo que yo conocí y que no todos supieron ver.

    Le envío una tardía pero sincera felicitación. Usted es un gran escritor pero, sobre todo, veo en sus palabras a un hombre de principios.

    Cuando Pablo murió escribí unos versos dedicados al amigo y patriota. Me tomo la libertad de compartirlos con usted.

    A Pablo Le Riverend
    por Sara Martinez Castro

    Con su sencillo andar de hombre seguro
    ha regresado al polvo que se empeña
    en convertir en luz su contraseña.
    Y por iluminado ahora es más puro …

    Ha regresado al punto de partida
    donde el tiempo no cuenta en el espacio.
    Hoy sabe que la vida es el prefacio
    de una obra más larga que la vida …

    Pudo más su decoro que el bolsillo,
    por eso su mirada tuvo el brillo
    del que no encuentra casa en tierra ajena.

    Quisiera recordarlo únicamente
    como aquel desterrado combatiente:
    rebelde hasta en el fondo de su pena.

    ***
    Un abrazo fraternal
    Sara

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