Martí vive

Rafael Román Martel

Los cubanos arribamos a Union City en busca de Libertad, huyéndole a lo que la Dra. Onilda Jiménez llama “la resaca de la intolerancia y la violencia.” Habíamos sido- como todo exiliado político- en las palabras de Czeslaw Mislosz: “Catapultados hacia la historia.” Traíamos el alma cargada de despedidas, de sinsabores, de una profunda tristeza, pero jamás de desarraigo, porque también traíamos a Martí muy dentro de nosotros.

Todo lo que traíamos de edificar emanaba de su espíritu-el espíritu de una Cuba ideal- y Union City nos abrió sus puertas e impactamos esta ciudad para siempre. Mientras en Cuba se practicaba y se practica la política del odio, en Union City los cubanos extendieron la influencia de Martí hacia una realidad concreta: el humanismo. Y así, fui testigo de un tiempo en que la mayoría de las familias cubanas trabajaban seis dias a la semana, y el séptimo día se reunían con otros compatriotas para arreglar y pintar y crear un hogar nuevo para los otros cubanos recién arribados a esta pequeña ciudad, muchas veces, sin ni siquiera conocerlos. Martí residía en aquellas acciones.

Mientras tanto, en Cuba se enviaron a miles de jovenes a la guerra en nombre de “misiones internacionalistas”. En Cuba se ultrajaba, se torturaba, se fusilaba en nombre de un manifesto escrito con sangre genocida, y que finalmente destruido en 1989 por el peso de cien millones de victimas a través del mundo.

La imagen de Martí, entre la de Marx y Engels, junto al popular asesino comunista, Ernesto “Che” Guevara, era una antítesis a todo lo que el representa, a lo que ponian en práctica los cubanos que ya dejaban sus huellas en ésta y otras ciudades del mundo.

En Union City, los cubanos continuaban reunidos en los pequeños apartamentos, fundaron sus logias y lugares como la Casa de la Caridad, Los Hijos de Fomento, El Casino Cubano y La Asociación de Ex-Presos Políticos Cubanos. celebrando las fechas de la muerte y del nacimiento de Martí, como lo hacemos nosotros hoy.

Habían ya por los años 70 fundado la sólida estructura de una comunidad que se había negado a ser victima de los estrágos de una dictadura. Habían sembrado palmas Martianas en tierra fértil. El trabajo, el amor a la familia, el aprecio de la libertad yla dedicación materializaban la frase de Martí: “Las verdades elementales caben en el ala del colibrí.” Los resultados son impresionantes.

Se hubiese él sentido orgulloso de lo que ha alcanzado la comunidad cubana en esta cuidad, en este país. Se hubiese sentido extremadamente orgulloso hoy entre nosotros al ver educadores cubanos dedicados a propagar sus enseñanzas, porque la base de todo educador es el amor. Y cuando vemos a mujeres cubanas en altas posiciones de la Junta de Educación de esta ciudad, cuando vemos a maestros que han dedicado todo una vida, martianamente, a construir buenos ciudadanos, cuando vemos los éxitos de los hombres de negocio de nuestra comunidad, cuando vemos el incansable espíritu y ejemplo de los presos políticos cubanos, que con su conducta de vida asistieron fundamentalmente a solidificar el carácter de hombres y mujeres de nuestra generación, cuando vemos a un hijo de nuestra ciudad utilizar su talento y su posición electa para edificar una escuela con el nombre José Martí, un parque con el nombre de Juan Pablo Duarte, cuando vemos a tantos profesionales que han alcanzado el éxito en este país, tenemos que resumir que Martí vive en nosotros.

Martí vive en “los hombres que son como los ástros, que unos dan luz de sí, y otros brillan con la que reciben.” Por eso, no importa cuantas veces los comunistas cubanos abusen de su nombre, ni fijen su imagen entre asesinos y delincuentes y terroristas internacionales, los cubanos libres que han recibido y han hecho uso de la luz de su enseñansa son el verdadero testimonio de que Martí vive en este lado de océano, no del otro.

Vivimos tiempos dificiles, tiempos de turbulencias peligrosas. Turbulencias internas, que pueden ser peores que las plagas. La descomposición moral, al quebrantamiento de valores, a todo lo que los hombres y las mujeres que tratamos de emular el ejemplo martiano le dedicamos parte de nuestra preocupación y nuestro tiempo. Pero de algo estoy seguro: mientras ciudadanos de conducta martiana, sin importar de que nacionalidad ni raza ni religion sean, habiten las calles de Union City y del mundo, Martí vivirá como testimonio de su propia frase: “La única fuerza y la única verdad que hay en esta vida es el amor.”


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