Political Reporter #8

Seremos devorados por el próximo espacio, al que calificamos de tiempo y le hemos designado una fecha y horas exáctas, para que otros precisen un riguroso control a través del espacio vital que llamamos vida. El siglo XX no se despide, en realidad jamás existió. Lo inventamos como inventamos nuestros propios mecanismos de aninquilamiento y destrucción, éstos fueron calificados de “comunismo” o “imperialismo” o “nazismo”. Para justificar nuestros instintos también creamos la obligación de bautizar nuestras ideas para establecer una diferencia que descaracterize nuestro estado natural. Fuimos capaces de fabricar artefactos que nos podrán destruir en masa. Fuimos capaces de destrozar el pasado y recoger sus retazos para intoxicar el futuro. Durante el último siglo retamos a la naturaleza, o de esto ingenuamente nos hemos convencido. Creemos haber avanzado pero estamos en un perenne punto de partida.

Pusimos en práctica nuestra superioridad animal como jamás se había experimentado. Le edificamos un dios a las páginas escritas por los hombres, y sin realmente escudriñar la esencia de lo que nos presentaron, comenzamos a darle calor a una fe moldeada, mientras cuestionábamos lo Verdadero e Indescifrable. A nombre de una sola ideología se asesinaron a más de cien millones de seres humanos. Ignoramos el milagro de nacer y lo seguimos ignorando. Porque todo es justificado a nombre de palabras como ley, justicia, religión y libertad, que escupen bocas tenebrosas.

¿Seremos capaces de buscar nuestro origen en el nuevo milenio? ¿Qué esperanza brinda un repetido salto a lo ignoto? ¿Qué significado conlleva el número 2000? ¿Acaso estremecerá nuestra esencia?

Hemos alcanzado el borde de lo grotesco, y estamos dispuestos a que se extinga por sí solo. Hemos creado tantos sistemas que no podemos imaginar que novedad nos hará volcar las próximas furias, pero seguimos intentando, de la misma manera que los que celebraron el año 1000 izaron banderas y cantaron himnos hasta llenar la tierra de cadáveres. ¿Acaso queriendo escapar la realidad abroquelaron sus instintos? Quizá, porque la Verdad es diáfana y naturalmente hermosa, hemos sido nosotros los responsables de distocionar los elementos y ajustarlos a nuestra conveniencia, Las palabras, como el espacio, son intemporales, somos nosotros lo que le adjudicamos benignos o siniestros tonos. ¿No se repitió la historia y se repite sin cansarnos? Sí, somos y seremos los mismos. Una humanidad en búsqueda de una salvación, de una juventud eterna del alma, de un aliento superior a los remedios que nos hemos asignado.

La nueva panacea, llamada tecnología, nos ha llevado al convencimiento de que se achica el universo al precio de una avasallante dependencia. Pero es otra mentira. No son cables ni bombas ni ideologías lo que nos separa irremediablemente, somos nosotros. Nosotros que posiblemente en unos años cargemos con más aparatos electrónicos que ejerzan un control aún más asfixiante sobre este incalculable tiempo que se nos ha concedido, con todo lo que sólo puede crear una fuerza superior y a la cual tratamos de ignorar, aún palpándola en cada respiro. Hemos llegado a tal punto de sofisticación, que olvidamos lo inapreciable en la existencia, que en el origen se encuentra nuestra única verdad, con toda la sencillez del primer y el último día.

No es el nuevo milenio, ni la manzana que cae de la metrópolis, ni el delirante fosforeo de ese “poder” disfrazado de fama o dinero. No existirá nada nuevo en nuestra esencia, no se añadirá un día de paz o de guerra, si otra generación continúa ofuscada en combatir con elementos naturales todos los desastres que nos hemos inventado para, viciosamente, exponer soluciones. No existe el nuevo milenio, es solo otra ira en forma de número . Celebraremos haber llegado a otra vanidad, abierta a nuestras pasiones y a nuestros caprichos.


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